La farmacología académica universitaria mediante el desarrollo y uso de fármacos químicos de alta concentración,  modifica el comportamiento biológico natural del organismo y sus propios mecanismos defensivos. El estímulo que producen en el organismo es de tal potencia que actúan de una manera coercitiva, anulando los sistemas reactivos de adaptación.

En determinadas circunstancias su utilidad es incuestionable, insustituible, como ocurre en patologías de urgencia cardiovascular, traumática, alérgica o infecciosas, donde la vida del enfermo esta seriamente amenazada, y en donde el porque no es lo urgente. Pero en patologías crónicas, donde la medicina universitaria no busca  encontrar la raíz del problema y se “limita” a suprimir o disminuir los síntomas acompañantes, puede resultar preferible la utilización de métodos terapéuticos farmacológicos menos tóxicos, que busquen la causa que esta  provocando que las reacciones defensivas del paciente no sean efectivas y que están cronificando la situación, y agotando la energía del paciente.

Los medicamentos spagyricos contienen; sustancia ponderable, sales, oligoelementos, aceites esenciales, metabolitos primarios y secundarios, que, recordemos, son todos la base de la fabricación de los medicamentos alopáticos, pero con  grandes diferencias: la forma de obtención, la concentración y la sinergia de todos ellos que hacen que su acción no sea restrictiva con el síntoma, sino reactivante de su acción biológica. Pero además contienen, una información energética que posee la planta y que hace que esta efectúe una acción específica en la naturaleza, como por ejemplo el berro de agua que crece abundantemente en zonas de aguas poco profundas con gran contenido en residuos orgánicos y que trabaja simbióticamente con ella depurando sus aguas y a la vez alimentándose con ello. Esta energía presente en la planta una vez tomada por el paciente, va a proporcionar a este la misma energía depurativa para ser utilizada en su organismo.