El tiempo no es en absoluto lo que parece, no fluye en una única dirección, y el futuro existe simultáneamente con el pasado. Albert Einstein

Según la filosofía Tradicional y la teoría cuántica, los posibles escenarios del futuro que se presentan en determinados momentos, no representan resultados ya determinados y concluyentes, sino más bien ondas de probabilidades, presentes todas ellas en un mundo subcuántico ya determinado.

Lo que está sucediendo no ha sucedido, sino que ESTA EN PROCESO DE PODER SUCEDER.

Una de las leyes más básicas de la filosofía hermética y en la actualidad, de la mecánica cuántica señala que un sistema puede existir en múltiples realidades a la vez.  Pero este fenómeno, conocido como principio de superposición, o principio del mentalismo, existe sólo mientras dicho sistema no sea observado o medido de alguna manera.
En cambio, tan pronto como el sistema es medido, observado o analizado, la superposición se acaba: el sistema colapsa, ‘decantándose’ o presentándose, en un único estado observable.

Es decir, si vemos que una persona presenta una serie de signos y síntomas de una patología concreta, que visto desde una perspectiva externa puede parecer una gripe, lo único que se puede decir es que ESTA EN PROCESO DE PRESENTAR UNA GRIPE, NO DE QUE LA TENGA. Siempre quedan múltiples posibilidades, además de la de que llegue a padecer la enfermedad realmente.

Por estar contemplando, (un cuántico, diría “OBSERVANDO”), el hecho en sí, ya estamos nosotros interviniendo en el proceso.

Si nosotros ya tenemos determinado, porque así nos lo han enseñado y hemos reforzado con todos aquellos casos que finalmente han desembocado en lo que preveíamos, entonces ya no hay más intervención posible, sino simplemente esperar a que acontezca aquello que tenemos en nuestra mente. En ese momento, la experiencia del mundo que nos rodea pasa a existir en una única realidad.

Paul Davies escribe:

la realidad, en la medida en que realidad quiera decir algo, no es una propiedad del mundo exterior de por sí, sino que está íntimamente ligada a nuestra percepción del mundo, a nuestra presencia como observadores conscientes.

Esta idea supone que el universo solo alcanza una existencia concreta como resultado de esta percepción: ¡Lo crean sus propios habitantes! Es el observador quien hace – colapsar – en la realidad un resultado en vez de otro. Nuestra realidad, tal y como la conocemos, es una creación mental del TODO, en cuya mente vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser (El Kybalion).

Por lo tanto, es posible que los sucesos que se están desarrollando en una dirección, puedan desplazarse en otra dirección, que lleve a un resultado diferente del que se presuponía. Esto suele producirse de modo inconsciente, pero también podría suceder de modo consciente.

La clave está en conocer cuándo y cómo se presentan las posibilidades de cambio. En la Física se habla de ventanas decisionales, momentos en los cuales se dan condiciones que permiten crear un paso dentro de los acontecimientos que están sucediendo. En dicho momento, si un individuo es consciente, puede introducir una voluntad decisional, que lleve a condensar de la “nube cuántica” un suceso en vez de otro (decisión consciente, sentir el sentimiento).

En estos momentos, el pensamiento debe crear una imagen de aquello que se tiene que extraer y precipitar de la “nube de probabilidades”. Pero a esta imaginación debe infundírsele vida. Y son las emociones las que hacen precipitar la esfera de la posibilidad o la de la realidad.

Normalmente es a través de sentimientos de amor, o de miedo, el modo en que infundimos vida a nuestra imaginación y hacemos que precipite una u otra realidad. Un estado emotivo de decisión firme, clara e inamovible.

Cuanto más tememos una situación, y nos dejamos condicionar por el miedo del futuro evento negativo, más imaginamos dicho evento y lo nutrimos con la fuerza emotiva del miedo; de hecho, encauzamos toda nuestra imaginación, intención y energía hacia el evento que queremos evitar.

Por el contrario, la meditación, asociada a un estado de amor, puede realizar el milagro aparente de que suceda lo deseado. Pero debe existir un estado energético de fuerza determinada, de voluntad muy concreta.


Entrevista a Greeg Branden » cinco formas de orar» (Ver hasta 6:46)


En una palabra, No visualizamos que tenemos miedo, que estamos mal y que queremos curarnos, no visualizamos nuestro tumor haciéndose pequeño o desapareciendo o que vamos a encontrar a tal persona la cual nos va a sanar. Eso sería reconocer y reforzar, que estamos mal y seria dar energía a esa posibilidad de la nube cuántica.

Tenemos que sentir un sentimiento de amor, incorporando la totalidad de nuestros sentidos en nuestras sensaciones en el cual nos vemos en plena forma, felices en nuestra vida en compañía de nuestros seres queridos, los cuales a la vez comparten ese sentimiento, porque recordemos que lo que sintamos tiene que ser bueno no sólo para nosotros sino para otras personas. Degustando emocionalmente el resultado armónico y exitoso.

Esa es la buena disposición. Si visualizamos esto así durante un tiempo, NO CON CONFIANZA SINO CON LA SEGURIDAD ABSOLUTA DE QUE ESO ES POSIBLE Y VA A SUCEDER ASÍ, PUES ESO ES UN PROCESO NATURAL, entonces cuando queramos darnos cuenta todo habrá cambiado.

En Spagyria “El pensamiento (Aire), a través de la meditación (Fuego), debe incidir sobre la mente (Agua), para moldearla o transmutarla en la cosa deseada, para tener los efectos físicos adecuados (Tierra)”.